Cuatro días en el Parque Natural de Andújar

 

Lo primero que sentí al pararme a contemplar el paisaje sobre el rio Jándula fue... el Silencio. 

Pero después otras cosas me impresionaron más... en  los cuatro días recorriendo arriba y abajo la Sierra por carreteras y senderos puedo decir que nunca había visto un lugar tan poco transitado y a la vez con tantas vallas. 

Claro que no era la romería a la Virgen de la Cabeza que a juzgar por todo lo que hay en el Santuario debe armarse un buen lío de tránsito en esas fechas. Pero el nombre “La Virgen de la Cabeza” -aunque no era la primera vez que lo oía- me hizo pensar...

¿De donde vendría el mito pre-cristiano? Por la pose estática y sus vestiduras las vírgenes me recuerdan a las esculturas de las damas íberas que suelen llevar una copa o cáliz entre las manos. Ambas representaciones son mujeres que portan cosas: una bebida reconfortante, un niño salvador… Parece que la virgen, al fin y al cabo, viene a ser la representación de las mujeres que nutren y ofrecen sus frutos al mundo.

Mujeres generosas también estaban representadas en las venus paleolíticas, generosas en carnes -en este caso- con las que podían nutrir a otros, no en vano se interpretan como símbolo de fertilidad. Por otra parte también podían ser como una reserva de carne andante -a falta de neveras- por si las cosas se ponían muy magras y había que tirar de canibalismo para sobrevivir.


Las mujeres generosas tienen una función necesaria en el mundo -aunque sin pasarse- no solo para beneficio de su propia especie, también para individuos de otras especies que, por esa empatía interespecífica que tenemos muchos animales, podemos llegar a considerar casi como a nosotros mismos. Bajo este punto de vista el culto a la virgen me resulta más interesante, es un reconocimiento a la mujer nutricia que se ha mantenido desde la noche de los tiempos...  lástima que llegara la Iglesia para corromper ese hermoso significado con damiselas tan inmaculadas como ignorantes que se quedaron preñadas por obra y gracia del Espíritu Santo para alimentar a ilusos y fanáticos! Grurrrrr

Uish… lo siento, hoy estoy un poco mordaz! A menudo me disparo y luego me doy cuenta que debería medir mis palabras porque quien sabe... quizás dentro de 200 años -si conseguimos mantener y seguir desarrollando tecnologías punta- descubramos que ese mito eclesiástico también tenía una causa real, que el ángel no era más que el doctor de una civilización avanzada -extraterrestre o no- que practicó la primera inseminación artificial a una humana y claro, como tuvo que dormirla, la modorra de la anestesia tuvo que describirla -a falta de conocimientos sobre el tema- como la bajada de un espíritu santo sobre su cuerpo.

Pero bueno, aunque los mitos son interesantes... yo no fui hasta allí buscando vírgenes ni a visitar el santuario sino con la esperanza de encontrarme al lince sobre una de las grandes y pulidas rocas de granito y observarlo a placer... e incluso -porqué no- hacerle alguna foto con mi modesta Canon Power shot Sx40 hs. ¡Qué ilusa fuí... me está bien empleado por meterme con los que creen en el Espíritu Santo! porque al lince no lo vi.

Tengo que reconocer que me arrepiento un poco de no haber contratado a una de las empresas que te llevan a fincas privadas donde quizás las posibilidades de encontrarlo aumentan… pero solo un poco porque en realidad me apetecía disfrutar el proceso buscándolo por mi cuenta aunque no lo consiguiera ver.

Lo que sí vi fue a su fuente principal de alimento -como el lindo conejito de la foto-, algunas cacas que tenía bastante claro que eran suyas y un rastro de huellas que si no me confirma José Carlos De la Fuente[i] que eran de lince, yo aún no estaría segura si era más mi deseo de que lo fueran que una realidad el haber caminado justo por el mismo sitio que el esquivo felino.


No tuve que hacer ningún esfuerzo para ver ciervos, muchos ciervos -ademas también los oía pues justo empezaba la berrea- y perdices, bastantes también. Tan graciosas ellas que, como las gallinas, prefieren salir corriendo antes que volar… También vimos algunos gamos y bastantes rabilargos y un pequeño grupo de buitres negros volando alto.


Los ciervos eran muy confiados, se quedaban parados mirándonos fijamente unos instantes antes de corretear para esconderse tras los árboles apenas un poco más allá. No podíamos evitar pensar lo fácil que debe ser cazarlos y a las perdices también, ellas no te miran fijamente pero vaya… no son “correcaminos” precisamente.
 

La sierra y el bosque mediterráneo me tira mucho, y es que yo… -como dice la canción- y me apena que tenga que recordar esas hermosas tierras viendo a los animales salvajes tras las vallas.

Para compensar esas cosas desagradables que hacemos los humanos pensando en nuestro interés y beneficio exclusivos, también están otras cosas hermosas que hacemos… Y para el caso la estatua de un jabalí esculpida en el granito de esas redondeadas lomas. La zona, con un espacio habilitado con mesas y bancos de madera, se llama “El Jabalí” y para mí es un símbolo de reconocimiento a la resistencia y supervivencia de este fuerte e inteligente animal. 



Y por último pero no menos importante me llevo la simpatía de algunas personas con las que tratamos, como Paco el camarero de Los Pinos, y la comida rica rica… solo con el pan, el tomatito aliñao y las olivas yo ya soy feliz, aunque el solomillo de cerdo estaba que se deshacía en la boca… 😋




[i] José Carlos de la Fuente es rastreador, imparte talleres de formación y es guía de fauna salvaje en la empresa Ecowildlife; también  ha escrito dos libros: "Lobos, linces y osos" y "Coexistencia"





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