Primavera...
Solo el vuelo lento de las águilas surca de vez en cuando el cielo de invierno… los árboles, apenas son visitados un par de veces al día por pequeños insectívoros que se marchan tan rápido como llegaron. El invierno, es un silencio, apenas rasgado por el grito nocturno del cárabo.
Pero la primavera, poco a poco, va impregnando de dulces sonidos y murmullos el ambiente, el azul se llena de aleteos y en la oscuridad reviven las charcas. Las zonas con agua se vuelven especialmente fecundas y no es difícil observar a las pequeñas criaturas acuáticas que tienen predilección por nacer en esta época del año.
Ayer en la laguna de la zona dunar conté 15 patitos y dos crías de focha común; para ser una zona transitada por humanos todo el año y asediada por el turismo, no se puede pedir mucho más...
Al volver a casa vi algunas golondrinas y a un cernícalo volando raudo y bajo, en horizontal a la carretera por dónde yo iba (diría que era un primilla por su menor tamaño, en comparación a los cernícalos vulgares que son más habituales en la zona y porque el manto me pareció de un color anaranjado liso, sin pintas, aunque no podría asegurarlo).
Las palomas torcaces han disminuido su presencia, en los últimos años, por los alrededores de casa, y también las tortolitas turcas… pero ya hace un mes al menos que vi algunas parejas en amoríos. Algún mirlo también se ha dejado ver últimamente y hoy he visto un arrendajo.
Hace unos días, desde mi ventana, observé a dos urracas entre las ramas del árbol de enfrente. La más grande iba delante, y giraba la cabeza hacia la otra mientras se paraba a esperarla… pensé que quizás eran madre e hija, o quizás no… pero estaba claro sobre su relación y el cuidado de la mayor por la más joven. Entre las aves, los córvidos son los que tienen una inteligencia más similar a la nuestra por lo que nos podemos entender mutuamente con mayor facilidad que con otras especies de aves. Fui a buscar mi cámara de fotos pero, al moverme, en seguida volaron alejándose de ese punto de visión.
Mirando por otra ventana, hacia la parte de atrás, descubrí a una de ellas sobre una rama cortada en el suelo y pude hacerle una fotografía que después me ha servido de referencia para esta ilustración. En ella me he estrenado con lápices de colores y, aunque el papel me resultó un poco incómodo, demasiado rugoso para mi gusto, me ha encantado esta técnica y estoy deseando repetir con otro papel más liso. Las urracas viven todo el año aquí aunque no se ven muchas cerca de mi casa, casi a diario, viene una o dos a comer restos de pienso. Hace una década también venían, durante la noche, algunos erizos morunos a comer… pero dejaron de venir.Además de las urracas, he visto en alguna ocasión a petirrojos y sobre todo a caracoles, comiendo pienso de perro o gatos. Reconozco que lo de los caracoles es lo que más me sorprendió. Casi tanto como que las lagartijas de las Baleares comieran sardinas en lata o cualquier otro resto apetecible de comida.
Hace algo más de 20 años, en Ibiza, me disponía a prepararme un bocadillo de sardinas, bajo la copa de un gran pino, cuando al abrir la lata, varias lagartijas se acercaron demandantes hacia a mí. Les di varios trozos de sardina prácticamente en la boca, que comieron con avidez.
Eran oscuras, más robustas que las que yo había visto antes y, desde luego, increíblemente atrevidas para mi sorpresa.
Ese fue mi primer encuentro con las lagartijas de Baleares. Las únicas lagartijas que yo había conocido, en la península, eran extremadamente tímidas y huidizas, bastante más esbeltas y de colores claros verdes y pardos, y jamás las había visto comer, todo lo que sabía al respecto de su alimentación era que eran insectívoras.
Años más tarde vi las preciosísimas lagartijas de Formentera, de colores iridiscentes, azules, verdes, turquesa… que contrastaban con manchitas oscuras formando dibujos a lo largo de su cuerpo. A finales del 2006, en la zona de la Mola, se escondían de nosotros como las lagartijas peninsulares. Me fascinó la diferencia con las que había visto en Ibiza unos años antes.
Luego estuve haciendo un voluntariado en el Parque Nacional de Cabrera, la cocina de la casa en la que estaba tenía una puerta trasera que teníamos casi siempre abierta o entornada mientras cocinábamos. Era graciosísimo, en nuestro ir y venir para coger esto o aquello, ver a las lagartijas, de un marrón-gris-azulado oscuro, casi negro, comiendo migas o cualquier cosa que se nos hubiera caído en el suelo y salir a todo correr por la puerta al vernos llegar, para volver a entrar en cuánto nos alejábamos un poco. Creo que eran de la especie o alguna subespecie de Podarcis lilfordi.
Me recordaron mucho a las que había visto en Ibiza que, aunque mucho más atrevidas, eran también de color oscuro. Sin embargo, con el tiempo olvidé otros detalles de las ibicencas como para poder buscar la especie o subespecie con un mínimo de seguridad.
Bueno, me he ido de una cosa a otra… pero todo esto se resume para mí que todo está en constante cambio… y en el impulso de supervivencia y la capacidad de adaptación a los cambios. Antes se pensaba que la adaptación se producía de forma muy lenta y gradual, a lo largo de miles de años… pero ¿en cuánto tiempo, los caracoles de alrededor de mi casa, dejaron de ser herbívoros para comer pienso hecho de restos animales? o ¿cómo insectos y ratas crean resistencias a los nuevos venenos en tan poco tiempo? y ¿cómo es que aves como cigüeñas y gaviotas, dejaron de dedicarse en cuerpo y alma a la pesca para rebuscar comida en los basureros? Por poner solo los ejemplos que me resultan muy cercanos y conocidos.
Podemos hacer algunas deducciones lógicas, claro… pero ¡nos queda tanto por descubrir! 😊
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